Si hay algo que dejó como conclusión la ola de calor es que así no se puede seguir. Y no tiene nada que ver con la temperatura ambiente. El paso del escenario extremo dejó a la economía con menos dólares en el futuro cercano, por el empeoramiento de las expectativas de la producción agropecuaria.
Pero no sólo eso: las últimas novedades económicas dejaron también en claro que las expectativas se encuentran desancladas y que los precios suben más de lo que el Gobierno desearía para asegurar un tránsito positivo hacia adelante, sin sobresaltos bruscos.
El canciller Santiago Cafiero encabezará esta semana una cumbre clave con el secretario del Tesoro estadounidense, Antony Blinken. La fotografía que el Gobierno distribuyó en la tarde del viernes, cuando el termómetro alcanzaba a los 41,5 grados, de Cafiero reunido con Martín Guzmán previo al viaje a Washington tuvo dos objetivos: el más obvio, darle relevancia institucional a la próxima cumbre. Pero también explicitar un respaldo presidencial a Guzmán, en momentos en que la suerte del ministro volvió a ponerse en duda.
La demora en el cierre de las negociaciones con el FMI -los bonos de la deuda pública derraparon entre 8% y 10% en la primera quincena del año- y la incertidumbre sobre lo que viene en materia económica volvieron a desparramar versiones sobre un posible alejamiento del titular de Hacienda.
Algunas de esas versiones salieron desde la propia coalición gobernante. Lo mismo que las severas críticas a Gumán que volvieron a escucharse luego de la conferencia que Fernández y el ministro encabezaron hace casi dos semanas junto a gobernadores, y en donde quedó claro que el acuerdo con el Fondo está tan lejos como desde el principio de las conversaciones. La ola de calor dejó en claro que las necesidades son también extremas para la economía argentina. Y que el Gobierno debe encauzar las expectativas lo antes posible.
Las últimas previsiones de la Bolsa de Rosario dan cuenta de que habrá alrededor de u$s7.000 millones este año por la caída de la producción de soja y maíz.
Un rápido repaso por esas estimaciones: de maíz se perderían cuatro millones de toneladas de producción mientras que el precio está 9,2% por debajo del año pasado, de acuerdo al mercado de futuros de marzo (246 dólares la tonelada).
El maíz, en este contexto, dejaría una producción de u$s11.328 millones; unos u$s2.200 millones por debajo a la campaña anterior. En el caso de la soja, el escenario luce peor. La pérdida contra el año pasado alcanzaría a u$s4.870 millones (por cinco millones menos de producción y por una caída de 9% en el precio).
En total, entonces, la reducción esperada alcanza a los u$s7.000 millones.
Una caída demasiado grande para un país con reservas cada vez más delgadas.
A esa menor oferta de divisas (por ahora esperada, a la espera de la evolución climática y del mercado de materias primas) se le agrega otra “dificultad”: este año ya no estarán los u$s4.400 millones en DEGs enviados por el FMI. Aunque, cierto es, Guzmán negocia la devolución de los pagos que se hicieron al Fondo este año, como parte del acuerdo con Washington.
“El milagro que dice Stiglitz no es sostenible en el tiempo“, admite un funcionario del gabinete económico en su diálogo con iProfesional.
Por ahora, la suerte jugó a favor: la producción de trigo fue récord -dejó u$s2.000 millones adicionales-, y eso queda en evidencia en el ritmo de liquidación de los chacareros y de las exportadoras.
La liquidación de divisas de enero se encuentra en un promedio diario de u$s128 millones, bien por encima de los u$s97 millones por día del año pasado. Un ritmo que ya venía mejor desde diciembre: fueron u$s134 millones diarios, contra u$s80 millones por día de diciembre de 2020.
Durante 2021, las liquidaciones del campo treparon a un récord de unos u$s37.000 millones. Y ni así, el BCRA pudo capturar dólares para engrosar las reservas. Sin buenas expectativas, el saldo comercial favorable -de unos u$s15.000 millones el año pasado- terminó diluyéndose. Y ya no hay más margen para que ese raquítico resultado final pueda repetirse este año.
El mercado financiero ya tomó nota de esa esperada menor oferta de divisas.
La caída en los precios de los bonos, la suba del riesgo país y hasta el recalentamiento de los precios se relacionan con esa realidad. Menos dólares para un país que todavía no abrochó un acuerdo con el Fondo que le permita refinanciar los impagables vencimientos de los próximos meses.
Precios, al rojo vivo: más presión para el dólar
Entre sus causas, la inflación incluye a las expectativas de los formadores de precios. Es lo que escuchó el propio Roberto Feletti cuando en las últimas semanas negoció el programa de Precios Cuidados con los principales fabricantes de alimentos del país. Los ejecutivos se resistían a comprometerse a un sendero de precios que vaya por debajo de la inflación que ellos esperan, en un marco de incertidumbre cambiaria por la falta de acuerdo con el FMI.
La primera quincena de enero comenzó con fuertes aumentos en los rubros más sensibles del presupuesto familiar: alimentos y productos de higiene personal y de limpieza.
El planteo de los empresarios no se corre de la lógica: sin un acuerdo con el FMI se corre un serio riesgo de que se quiebren los débiles marcos sobre los que se apoya la economía. Dicho de otra forma: se necesita un ancla poderoso para que las ya lesionadas expectativas no se terminen derrumbando y la situación se espiralice.
El final del 2021 dio una muestra de lo que puede suceder si no se alinean las expectativas. El año terminó con una fuerte suba en los precios de los alimentos y en una presión adicional sobre el tipo de cambio.
Fuente: iprofesional