FINANZAS – Aluvión de “soja dólares”: los productores captan 49% del valor internacional gracias al desdoblamiento cambiario

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En dos días del “dólar soja”, entraron más de u$s700 millones, en línea con el plan Massa. El alivio contrasta con las advertencias sobre el mediano plazo
Con el debut del nuevo “dólar soja”, Sergio Massa entendió una lección fundamental de la política: si es necesario tomar medidas impopulares, más vale que den buen resultado.

Es lo que no había ocurrido con el anuncio, hace poco más de un mes, con el incentivo del Banco Central para que los sojeros pudieran vender un 30% de su exportación al precio del “dólar ahorro”. En aquella ocasión, los militantes kirchneristas se quejaron de la “claudicación”, los productores dijeron que la medida era engorrosa y poco atractiva y, en definitiva, el Gobierno pagó un alto costo político para no quedarse con las divisas de la soja, dado que terminó el mes  con ventas por encima de u$s500 millones.

Massa, desde el anuncio del nuevo esquema para los productores, puede festejar un logro que le permite al mismo tiempo recuperar oxígeno financiero y, además, demostrar ante sus interlocutores de Estados Unidos que tiene herramientas para dominar la turbulencia financiera. En los primeros dos días, ya hubo ingresos por más de u$s700 millones, en línea con el plan oficial, que esperaba unos u$s1.000 millones en tres jornadas, dando así una fuerte señal sobre que se podrá conseguir el refuerzo de u$s5.000 millones planteados por Massa tras su asunción.

No es gratis, claro, ni en términos políticos ni tributarios. En los hechos implica, según cómo se lo quiera ver, una eliminación pasajera de las retenciones agrícolas, o bien un desdoblamiento cambiario de hecho.

Ambas eran medidas fuertemente resistidas desde la interna de la coalición oficialista. De hecho, el principal reclamo desde el kirchnerismo era que Alberto Fernández subiera las retenciones por decreto, amparado en el contexto mundial de suba generalizada de impuestos por parte de los países productores de alimentos.

Esa rebaja de retenciones, para lo cual parecía que era imposible que hubiera margen político en medio de las peleas del gobierno con los productores que convocaban a “tractorazos” de protesta, se tornó súbitamente viable cuando la escasez de reservas hizo crisis.

De la misma manera, el planteo del desdoblamiento cambiario, que antes era visto como una herejía por los arquitectos del “cepo”, ahora no sólo se tolera sino que es visto como una medida virtuosa.

El viceministro Gabriel Rubinstein, desde meses antes de su nombramiento, venía abogando por un desdoblamiento cambiario, que se aplica de hecho con el “dólar soja”

Es cierto que Massa se las ingenió para que no hubiera un desdoblamiento formal que obligara a cambiar la normativa cambiaria, pero el efecto es el que reclamaban desde hacía mucho tiempo varios economistas de la línea ortodoxa. Como Gabriel Rubinstein, por ejemplo, uno de los más elocuentes al argumentar que el desdoblamiento era la única alternativa a la devaluación brusca.

Pocas semanas antes de que se formalizara su nombramiento como secretario de Política Económica, Rubinstein planteaba urgencia de un cambio: “Si se nos permite ahorrar, viajar al exterior, pagar con tarjeta afuera, al valor de un dólar diferente al del MULC (por ejemplo un mercado MEP), OK. Si con eso, y alguna medida adicional se descomprime la compra de insumos y bienes importados de uso corriente y extendido (por ejemplo ¡café!), se entiende en esta economía en “emergencia”, que coquetea con la hiperinflación”, argumentaba el hoy viceministro.

Pero, además de argumentar sobre la necesidad de un dólar más alto para las importaciones no prioritarias, Rubinstein alertaba sobre el riesgo del problema inverso, el de un desincentivo a la exportación que terminara en una subfacturación masiva: “En el pasado hemos visto situaciones en las que por ejemplo Paraguay exportaba más soja de la que producía. Significa que había soja argentina que se exportaba desde ahí”.

Las razones del éxito inicial

El éxito inicial del plan de incentivo a los sojeros no tiene mucho misterio: a diferencia de lo ocurrido con las anteriores propuestas, esta vez los números les resultan favorables a los productores.

“Quién está en el mundo de los negocios no tiene ideología política, toma decisiones en función de lo que necesita económicamente. Por eso, muchos de los que van a vender soja durante septiembre no lo hacen por amor al Gobierno, sino porque es una medida que los beneficia”, fue la elocuente definición de Antonio Aracre, CEO de Syngenta, y uno de los empresarios agropecuarios de más alto perfil.

En línea con lo que siempre ha planteado Rubinstein, Aracre plantea que el “sutil desdoblamiento cambiario” que se está aplicando podría continuar con bienes suntuarios o los gastos con tarjeta en el exterior, que podrían cotizarse a dólar MEP.

En las primeras dos jornadas ya entraron más de u$s700 millones, y el objetivo planteado por el ministro Massa no parece imposible de alcanzar

Pero, sobre todo, auguró que habrá “un aluvión” de ventas, al punto que se está alcanzando el registro de ventas por un millón de toneladas diarios, cuando hasta la semana pasada las ventas promediaban las 100.000 toneladas.

La estimación que hacen los expertos es que, para que se cumpla el objetivo de Massa, sólo en septiembre las ventas deberán alcanzar ocho millones de toneladas. Algo ambicioso, si se tiene en cuenta que desde mayo hasta ahora el promedio mensual ha sido de 2,5 millones de toneladas.

Sin embargo, los analistas no consideran que sea una medida imposible. “En la medida en que el beneficio en poder adquisitivo se sostenga por encima del 40% respecto de  lo que podría recibirse con las liquidaciones hasta la semana pasada, se acelerarán  las liquidaciones”, planteó en un informe Marianela de Emilio, técnica del INTA y asesora en la firma Agronegocios.

Pero advierte que, en caso de que se perdiera esa ventaja por una caída en los precios internacionales -que, según algunos analistas, hasta podría ser provocada por el propio incremento de la oferta de soja argentina-, entonces la situación ya no será tan favorable.

Un salto del 27% al 49%

Los números son claros, tanto a la hora de explicar por qué fracasó la anterior propuesta del Banco Central como por qué empezó bien el nuevo plan de Massa. El tema de fondo es el porcentaje del precio internacional que le queda efectivamente en el bolsillo al productor argentino una vez que se le restan las retenciones y que el monto que recibía -pesificado al valor del dólar oficial- vuelve a dolarizarse en el mercado paralelo.

Ese porcentaje se hacía cada vez más pequeño cuanto mayor fuera la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo. Se había llegado a un mínimo de 27% cuando se produjo el peor momento de la corrida cambiaria. En otras palabras, si el precio internacional récord había llegado a unos u$s600 por tonelada, al productor solamente le quedaban u$s162.

La propuesta del Banco Central implicaba una mejora apenas marginal, que hacía que al productor le quedara un 30% del precio internacional.

La razón del éxito del dólar soja es simple: antes el productor apenas percibía un 27% del precio internacional y ahora puede captar hasta un 49%

En comparación con aquella situación, lo de ahora luce como una mejora muy sustancial: tomando los precios de la soja en el mercado de Chicago y el tipo de cambio MEP del pasado viernes, lo que propuso Massa significa que al productor le queda el 49% del precio internacional.

La cuenta es así: en aquel momento, el grano cotizaba a u$s541, que cuando se le aplica la retención de 33% queda reducido a u$s362. Si se obligaba al productor a convertir ese dólar al tipo de cambio mayorista de $139, entonces le quedaban $50.000 por cada tonelada vendida, y si quería reconvertir esa cifra a dólares en el mercado MEP, entonces la ganancia final era de u$s181, es decir un 33% del precio internacional. Pero al reconocerle al productor un dólar de $200 en vez de $139, entonces su ingreso real pasaba a ser de u$s267. En otras palabras, un 49% del valor internacional.

Ese es el motivo que llevó a la euforia de las últimas horas: los sojeros antes obtenían poco más de 30% del precio pleno, y ahora se quedan con un 49%. Y con un aliciente extra: esa cifra mejora cuanto más cae el dólar paralelo, algo que efectivamente ocurrió en el arranque de la semana, por el propio efecto de la mayor oferta de dólares de la soja.

¿Un anabólico de corto plazo?

Visto desde ese punto de vista, parece haberse llegado a la solución perfecta: se alivia la caja del  Banco Central, se promueve una disminución de la brecha y hasta hay un mayor ingreso fiscal por el mayor volumen exportado, que sirve para justificar políticamente la medida -porque se determinó que la mayor recaudación impositiva irá a reforzar la asistencia social-.

Sin embargo, no todos son aplausos. Abundan las advertencias y las visiones de escepticismo, tanto entre los empresarios como dentro del propio Gobierno.

Una típica preocupación de estos casos es que puede significar “pan para hoy y hambre para mañana”, porque se promoverá un adelantamiento de exportaciones que luego se pagará con una escasez de divisas sobre fin de año.

Pese al éxito inicial, el anuncio de Massa es criticado por analistas y empresarios, que ven complicaciones a mediano plazo

Uno de los más contundentes al respecto fue el consultor Salvador Di Stefano, que calificó como “un mamarracho” al nuevo dólar soja. “Es una oportunidad para resolver problemas de corto plazo, acopiar dólares o aumentar stocks de insumos, pero nos aleja de tener un escenario de negocios sustentable en el tiempo”, sostiene.

Su argumento es que el país ingresó en un “modelo de in solvencia intertemporal” porque trae al presente ingresos del futuro sin resolver su problema de déficit fiscal. Por eso califica el plan de Massa como “un anabólico”.

Otros analistas creen que el dólar soja, lejos de ser una excepción, será apenas el primero de una larga saga de excepciones, que generará un complicado sistema de múltiples tipos de cambio sectoriales. Y, en ese sentido, destacan cómo hay industrias que ya reclaman un trato cambiario específico, como el vino, que ya avisó que aspira a tener su “dólar Malbec”.

También, desde dentro del Gobierno, hay otra preocupación: que el beneficio no se quede exclusivamente en la caja de las grandes corporaciones exportadoras sino que efectivamente sea trasladado al pequeño productor. Y se teme que, en la medida en que los precios internacionales de la soja no se sostengan -una posibilidad al que los analistas le asignan altas chances-, entonces el beneficio comience a diluirse.

Pero, sobre todo, la principal crítica señalada por los economistas es la inconsistencia de un sistema cambiario que le terminará vendiendo a los importadores un dólar más barato que el que le compra al exportador.

Al respecto, hubo muchos comentarios irónicos y asombrados en las redes sociales. Como este de Jorge Ávila, histórico referente de la Ucema: “No recuerdo un ejemplo así en la historia del control de cambios en la Argentina. El tipo de cambio oficial de compra siempre fue inferior al de venta. Este “margen de cambios” se sumaba a la recaudación tributaria”.

Pero claro, se trata de críticas demasiado sutiles para Massa, que tiene la misión urgente de estabilizar al avión en medio de la turbulencia. Y que en estos días, en Estados Unidos, quiere demostrarles con cifras, a los funcionarios del FMI y de la administración Biden, que tiene la situación bajo control. El dólar soja se está revelando como una forma efectiva de transmitir esa imagen de estabilidad recuperada.

Fuente: infobae