IMPOSITIVAS – Preocupación en el Gobierno por un inminente deterioro de la “caja” de AFIP post dólar soja

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En el mercado hay cautela pese a los datos positivos con que se cerró el año para la recaudación de impuestos. Hay factores temporarios que cesan su efecto
Detrás del festejo oficial por el incremento de la recaudación tributaria registrado en diciembre vuelven a esconderse, como siempre, datos entrelíneas que dejan en evidencia que hay motivos de preocupación en el horizonte.El primero, naturalmente, es el efecto de la retención a las exportaciones, que explotaron por la implementación del “dólar soja”: ese rubro subió un 162% en el mes, lo cual fue determinante para que la caja de la AFIP se engordara un 95,6% -que, descontada la inflación, deja una leve mejora real de 0,3%-.
Pero cuando se depura el “efecto soja”, los números cambian radicalmente: la recaudación pasa a ser de 90,5%, lo que implica que, en términos reales, ya no hay una mejora en el ingreso fiscal sino una caída de 2,3%.Este dato es relevante, porque el aporte de las retenciones a la exportación que se registró en diciembre es anormal. Y el antecedente de lo ocurrido tras la primera edición del “dólar soja” es elocuente: lo recaudado por el rubro de retenciones se desplomó un 75% de septiembre a octubre, reflejando el abrupto parate en las exportaciones agrícolas.
Ese mismo efecto es lo que todos los analistas esperan que ocurra en este arranque del año: además de la virtual desaparición que tendrá la venta de soja, se suma el efecto negativo de la sequía sobre otros cultivos típicos de verano, como el trigo, para el que se proyecta una caída de 50% en la producción.Por otra parte, hay otros rubros de la recaudación impositiva, directamente vinculados a la actividad industrial y comercial, que están mostrando una variación negativa. El caso más claro es el de los aranceles de importación.
La implementación del “dólar soja” resultó clave para que la recaudación impositiva del 2022 tuviera una variación por encima de la inflación

Como reflejo de las restricciones que se han impuesto como consecuencia de la escasez de divisas, el ingreso por derechos de importación tuvo una caída real de 20% en diciembre. Y el IVA que se recauda en la Aduana -vinculado a operaciones de comercio exterior- se desplomó un 23,6%.

¿Complicación fiscal a corto plazo?

En otras palabras, lo que los analistas están previendo es que en el arranque del año será difícil que la recaudación impositiva se mantenga con un crecimiento por encima de la inflación, sobre todo cuando el Gobierno ha elegido a las importaciones como variable de ajuste ante las dificultades para mantener las reservas del Banco Central.

Hay proyecciones que ya apuntan a que en 2023, las importaciones tendrán un recorte de 10% respecto de 2022. Los economistas suelen recordar la regla del “tres a uno”, que implica que por cada punto de suba del PBI se necesita que aumenten tres de importaciones, dada la alta dependencia de insumos del exterior. Es en ese contexto que ya se habla de señales recesivas.
“Esperamos un estancamiento de la actividad, que sería promovida por el arrastre estadístico del 2022 (1 punto porcentual), lo cual tendría un correlato en los principales tributos asociados al componente interno (DGI). Por su parte, los tributos asociados al comercio exterior esperamos que continúen creciendo en línea con la inflación a raíz de un crawling que ajusta a la par, levemente afectados por menores precios internacionales y cantidades exportadas”, señala un reporte de la consultora LCG.Y proyecta que la recaudación de impuestos en el nuevo año evolucionará por debajo de la inflación. Es un tema que preocupa particularmente, si se tiene en cuenta que el compromiso asumido con el Fondo Monetario Internacional es el de recortar el déficit primario en medio punto del PBI, hasta ubicarse en 1,9% sobre fin de año.Esto impone el desafío de recortar en 1,8 puntos el gasto del sector público o incrementar en términos reales la recaudación impositiva, dos temas de difícil concreción en un año electoral. “Un déficit mayor al pautado se enfrentará a la dificultad del financiamiento, por un mercado condicionado por el ‘día después’ del próximo recambio presidencial”, afirma Jorge Vasconcelos, economista jefe de la Fundación Mediterránea.
El enfriamiento de la actividad económica pone una nota de temor sobre la sostenibilidad en el nivel de recaudación de la AFIP en el corto plazo

Efectos pasajeros y fuga al consumo

Y, por otra parte, hay otros rubros que impactaron positivamente en la recaudación sobre fin de año, pero cuyo efecto es pasajero, como el impuesto a las Ganancias, que tuvo un inusual crecimiento interanual de 116% como consecuencia de la tercera cuota del pago a cuenta extraordinario realizado por las sociedades.Este impuesto explicó en diciembre un 24,4% del ingreso tributario total, pero su peso podría disminuir en los próximos meses.Para colmo, entre los rubros de recaudación tributaria que más crecieron durante 2022 se destaca uno que el Gobierno no celebra: el impuesto PAÍS, cuyo aporte sube en proporción directa a la “fuga” de dólares protagonizada por turistas, ahorristas y compradores de bienes y servicios en plataformas online.En el año que acaba de terminar, el monto recaudado por el impuesto PAÍS tuvo una suba nominal de 211%. Esto implica que el impuesto, que en 2021 representaba un 1% de la recaudación total, subió a 1,7%, un reflejo de la marcada suba en la demanda de dólares que se registró en el primer semestre del año, hasta que se pusieron en práctica medidas restrictivas como la suba de la percepción por Ganancias y el “dólar Qatar”.

Entre los rubros que han terminado el año con noticias positivas destaca el IVA que recauda la DGI, vinculado a la actividad comercial del mercado interno, que en diciembre tuvo una impactante variación interanual de 124,7% y aporta el 23% de la “torta” fiscal.
Aun así, los economistas no se muestran entusiasmados con el dato: algunos creen que esa señal de dinamismo es la contracara de la caída en la demanda de dinero. Es decir, el clásico efecto de “fuga al consumo” que se produce en los momentos de alta inflación.

La paradoja de la inflación que ayuda

Las propias estimaciones oficiales reflejadas en la ley de presupuesto apuntan a una recaudación tributaria de $35 billones para el 2023. Esto supondría un leve incremento en términos reales, siempre y cuando se cumpliera también la proyección oficial de inflación.

En cambio, si la variación de precios se acercara a la proyección de los economistas -un 99% según la encuesta REM del Banco Central-, entonces la recaudación tendría una caída de más de 10 puntos en términos reales.

La disyuntiva del Gobierno: una baja pronunciada de la inflación podría llevar al deterioro de las cuentas fiscales

El dato más paradójico vinculado a la situación fiscal es que, según el consenso de los economistas, es precisamente la alta inflación lo que estimula a una mayor recaudación para la caja de la AFIP. Ocurre que las variaciones nominales de precios impulsan el aporte de algunos de los rubros más importantes, como IVA y Ganancias.

Eso implica una disyuntiva de hierro: si se produce una baja acelerada de la inflación -como es el plan del ministro Sergio Massa, que promete una caída de un punto en el IPC cada bimestre, hasta alcanzar un nivel inferior a 4% en abril-, también podría sufrir la recaudación.
“Si la variación del IPC perforara el piso del 5 % por varios meses consecutivos, el cuadro fiscal se resquebrajaría, por la inercia indexatoria del gasto público, con una recaudación más asociada a la inflación del momento”, apunta Vasconcelos, de la Mediterránea, quien por otra parte alerta por las señales de freno en la actividad productiva.Si se decidiera sacrificar la caída de la inflación, con el objetivo de mantener elevada la recaudación impositiva y poder así financiar el gasto público, entonces aparece otro peligro, advierte Vasconcelos: “un deterioro del sector externo, por la persistente pérdida de competitividad”.
En ese tema, la lupa se posa sobre el resultado de la cuenta corriente, que pasó de un superávit de 1,4% del PBI en 2021, a un déficit de 0,9% en 2022. Una situación preocupante en un momento en el que el país no tiene acceso al crédito externo y, además, tendrá una salida neta de dólares para pagarle al FMI.A diferencia de lo que ocurrió en el primer año de vigencia del acuerdo “stand by”, en el que el país recibió más de lo que le pagó al organismo, en 2023 se dará vuelta la ecuación. Puesto en números, Argentina tuvo un financiamiento externo neto de 1,1% del PBI el año pasado, pero a partir de ahora, con un exigente calendario de pagos, tendrá que afrontar una salida de divisas por 0,3 puntos del PBI.
Fuente: iprofesional