Mientras la política transita el 2023 con las elecciones como eje central, las variables económicas se alinean para entrar en estanflación, el escenario que combina el estancamiento con la alta suba de precios y que complica aún más las chances del gobierno de sumar votos.
El escenario de freno a la economía que se venía perfilando en los últimos meses dio un paso más la semana pasada cuando el INDEC le puso números oficiales a las estimaciones de los privados. Si bien el 2022 cerró con una expansión de la actividad económica del 5,2%, en el último se produjo un retroceso del 1,8%.
Esto deja al arranque del 2023 en un escenario contrario al del año pasado: mientras buena parte del crecimiento del 2022 fue consecuencia del arrastre estadístico de 3,2% que dejó el 2021, la herencia que le tocó al 2023 es plenamente recesiva: un atraso de 1,4%.
Esto llevó a las consultoras a recalcular sus estimaciones y a poner a la estanflación en el centro de la escena. Este fenómeno combina dos factores negativos para la economía: el estancamiento de la actividad con la inflación en alza .
“El INDEC informó que diciembre fue el cuarto mes consecutivo de caída; y de confirmarse el mal primer trimestre del 2023, se entra oficialmente en recesión, o mejor dicho, estanflación”, apuntó la consultora FMyA.
“El PBI de 2022 dejó un arrastre negativo del 1,4% para 2023, y con una probable recesión que arranque el primer trimestre. Con este arrastre negativo, la sequía (caída de 25%) y la continua restricción a las importaciones, el PBI en 2023 ahora caería 2%. Con riesgo a que la recesión sea mayor”, dice FMyA.
La consultora Ecolatina anticipa números redondos para el año de las elecciones presidenciales: 0% de crecimiento, 100% de inflación.
La consultora se centra en que uno de los principales factores que impactará negativamente sobre el PBI será “la caída en los volúmenes de producción agrícola producto de la sequía y las heladas (tempranas y tardías)”.
La sequía no se hará sentir únicamente sobre la producción agropecuaria, sino también sobre otros rubros asociados, como la industria alimenticia, el transporte, la maquinaria agrícola, los fertilizantes y los agroquímicos.
Escaso margen de acción
Esto lleva a que el Gobierno “seguirá viéndose forzado por los escasos márgenes de acción a instrumentar una política económica contractiva (tasas de interés reales positivas, recortes del gasto primario), en un contexto de evidentes límites de la realidad para desvíos expansivos en el marco de las metas acordadas con el FMI”.
Además, se mantendrá el esquema de administración de las escasas divisas, continuarán donde los controles a las importaciones (o incluso aumentarían), poniendo un límite a la expansión potencial de la producción y del consumo, vía complicaciones en el abastecimiento de insumos y bienes finales.
Los datos que ya se conocen de este año no son alentadores. De acuerdo con el Índice de Producción Industrial (IPI) del estudio Orlando Ferreres y Asociados (OJF), en enero el sector creció 2,9% al comparar con igual mes del año pasado, pero en la medición desestacionalizada tuvo una contracción de 1,5% respecto de diciembre.
“Para los próximos meses, nuestro escenario base anticipa un sendero descendente para la marcha de la actividad industrial, afectados por una menor demanda interna, falta de divisas, y un contexto macroeconómico muy frágil y políticamente incierto”, señalaron en OJF.
Hasta ahora, el pronóstico más duro es el de la consultora EcoGo, que prevé para este año una caída del PBI de 3,1%, con una inflación hasta noviembre de 105%. “Lo calculamos hasta noviembre porque en diciembre no sabemos qué va a pasar”, dijo Sebastián Menescaldi, director de la consultora, en referencia a las elecciones presidenciales.
La explicación de EcoGo acerca de por qué sus estimaciones son más negativas que las de sus colegas se vinculan con “la sequía, la escasez de dólares y la vulnerabilidad argentina ante el escenario externo y los compromisos de la deuda. Con todo esto, a lo que hay que sumar el escenario político, estamos previendo una caída del nivel de actividad y una inflación que no se desacelera”, sostuvo Menescaldi.
El economista aclaró que la estimación de derrumbe del 3,1% del producto “no prevé una disrupción financiera”, de modo que si esto ocurriera las cifras serían aún peores.