Las principales fuentes de financiación de las familias son fundamentalmente las tarjetas de crédito y los préstamos personales. De acuerdo a las estadísticas del Banco Central, la estructura de la deuda se distribuye de la siguiente manera: las tarjetas de crédito representan el 44% del total, seguidas por los personales con el 26%, hipotecarios (23%), prendarios (4,4%) y el resto con el 3,7 por ciento.
Lo que indica esta distribución es que a diferencia de lo que sucede en otros países, en los que los consumidores priorizan la toma de crédito a largo plazo, en especial líneas hipotecarias, en la Argentina, la deuda se toma para afrontar gastos corrientes y de corto plazo, en particular en el caso de las tarjetas de crédito.
Un reciente estudio realizado por la consultora Focus Market, afirma que 4 de cada 10 hogares tienen deudas con alguna entidad bancaria por un monto que en promedio ronda los $360.000.
Por su parte, un estudio elaborado por la CEPAL revela que el 64% del financiamiento solicitado por los hogares argentinos entre octubre y noviembre de 2022 se destinó a cubrir gastos en alimentación y medicamentos.
Cuentas en desequilibrio y hogares cada vez más endeudados
Según el analista Damián Di Pace “los hogares no pueden equilibrar sus cuentas y siguen tomando deuda. El gobierno como no puede estabilizar la inflación baja las tasas de interés para el crédito al consumo, a los efectos de que las familias se sigan endeudando. El problema es que el ingreso se ve superado por su gasto corriente y hay riesgo de que no se puedan pagar luego los créditos tomados”.
A lo expuesto debe sumarse un dato por demás preocupante: las familias argentinas no sólo se financian con los bancos, sino que también buscan hacerlo suspendiendo ciertos gastos corrientes, como impuestos, servicios, cuotas o recurriendo a créditos no bancarios. Sumando todas estas opciones, se calcula que la deuda promedio no bancaria de una familia rondaría los $190.000.
En este escenario los hogares de menos recursos son los más perjudicados, porque “cuando una familia se endeuda con un comercio, con una deuda no bancaria, o un crédito personal, los costos financieros totales llegan hasta el 380% anual”, sentenció Di Pace.
Obviamente el alto nivel de endeudamiento y las complicaciones que genera una inflación que lejos de ceder continúa subiendo, generan situaciones de ansiedad y preocupación en las familias. Sobre este punto, un reciente estudio de la consultora Quiddity sostiene que el 38% de las personas encuestadas menciona que en 2022 su situación financiera fue mala, mientras que otro 39% la evalúa como “ni buena ni mala” y solo un 23% afirma que fue de buena a muy buena.
La visión desde los bancos
Los últimos datos disponibles, correspondientes a mayo pasado, muestran que la clara tendencia a la baja de las líneas de préstamos personales y financiación con tarjetas de crédito se mantiene inalterada. Según la autoridad monetaria, durante mayo los préstamos al consumo habrían caído 0,3% a precios constantes y acumularían una reducción de 13,9% en los últimos 12 meses.
Dentro de estas líneas, si bien las financiaciones instrumentadas con tarjetas de crédito habrían evidenciado un incremento en términos reales de 0,7% en mayo, ello no evitó que caigan un 10% respecto a igual mes del año anterior. Por su parte, los préstamos personales habrían exhibido una caída de 2,2% mensual y se ubicarían cerca de 20,0% por debajo del nivel registrado un año atrás.Finalmente, si se toma en cuenta el acumulado hasta mayo, los préstamos personales pierden un 26% y las tarjetas de crédito otro 24 por ciento.
¿Qué pasó en el mediano plazo?
En el caso de los préstamos personales, tomando en cuenta la serie iniciada en enero de 2020, si se consideran los saldos promedio mensuales ajustados en función del IPC, se observa que salvo el lapso comprendido por el segundo semestre de 2021 en el que se produjo cierto repunte, el resto de los meses muestra caídas respecto del inmediato anterior. Así, desde diciembre de 2019 hasta julio de 2021, los saldos reales cayeron un 22%. Luego, entre ese mes y diciembre se registró una mejora temporaria del orden del 7%, pero a partir de enero de 2022 y hasta la actualidad se registró una caída del 27%. Entonces, si se toman los extremos se concluye que a lo largo de toda la serie los saldos de préstamos personales cayeron cerca del 40 por ciento.
Por su parte, las financiaciones con tarjetas de crédito muestran una cierta volatilidad que se prolongó hasta fines de 2021, pero a partir de ese mes se observa una marcada reducción de los saldos. Como consecuencia de ello, las cifras correspondientes a mayo ($2.580 millones) son mil millones de pesos menos que en diciembre de 2019, lo cual implica una caída real del orden del 15%, pero si se considera el máximo de la serie, la pérdida se acercaría al 30 por ciento en términos reales.
Los motivos que explican estas caídas son varios, pero entre ellos se podría mencionar el elevado nivel de endeudamiento alcanzado por las familias que dificulta el acceso o la renovación de préstamos ya tomados con anterioridad. De hecho, según el último informe de Bancos elaborado por el Banco Central, en la última Encuesta de Condiciones Crediticias (ECC) el conjunto de las entidades participantes indicó que por el lado del financiamiento a las familias, se observó neutralidad en términos de la oferta, a la par de cierto incremento de la demanda de líneas de consumo y prendarios. Pero por otra parte, la amortización del capital fue más elevada, lo cual dio lugar a la baja de los saldos financiados.
En lo que hace al indicador de irregularidad de los préstamos a las familias, este aumentó ligeramente hasta llegar al 3,3%. El desagregado por líneas muestra que el porcentaje más alto corresponde a los préstamos personales, con el 4,5%, seguidos por los prendarios, con el 2,5%, tarjetas de crédito (2,3%) y los hipotecarios, con el 1,2 por ciento.
En definitiva, si se toman en conjunto ambas posiciones se puede llegar a una conclusión: las familias están agotando su capacidad de financiación a través de los bancos. Ello puede deberse en gran medida a que arrastran deudas de meses anteriores que están limitando su capacidad de endeudamiento, la que a su vez se limitada por la caída del salario real.
Fuente: infobae economico