La Reserva Federal tiene como objetivo (dentro de su doble mandato constitucional de estabilidad + alto nivel de ocupación) el logro de “una tasa normal de desocupación de largo plazo”, que es la que permite el menor nivel de desempleo posible sin desencadenar una elevada inflación, que obliga usualmente al Banco Central de EE.UU. a aumentar las tasas de interés.
La tasa de desocupación norteamericana es hoy 3,6%, la menor desde 1969; y hace 24 meses que mantiene un nivel inferior al objetivo fijado por la Reserva Federal de 2% anual (+1,6% anual en el 1° trimestre de 2019). Hace 5 trimestres consecutivos que la economía de EE.UU., la mayor del mundo (US$21,6 billones), 25% del PBI global, crece 3% por año, o más. “Es una economía altamente presionada”, sostiene Jay Powell, titular de la Reserva Federal, que demanda en gran escala capital y trabajo, y crea empleo a un ritmo excepcional (un promedio de 230.000 puestos mensuales en los últimos 2 años).
El resultado es que aumenta la fuerza de trabajo (más de 5 puntos en 24 meses/pasó de 59,6% a 64,1%) y crecen los salarios reales (3,5% anual), en tanto se intensifica la productividad (3,6% anual en el 1° trimestre de 2019). Esto ocurre cuando la inflación se reduce sistemáticamente y tiende a cero. El nivel de precios al consumidor (PCE), en especial en los gastos de consumo individual, aumentó 1,5% anual en abril, mientras que la Core (subyacente) se elevó 1,6% en el año, el menor nivel en 24 meses.
Significa que la inflación en los Estados Unidos está estructuralmente por debajo del nivel fijado por la Reserva Federal para evitar el riesgo de deflación, y esto impone la necesidad de bajar las tasas de interés, no de aumentarlas, lo que probablemente ocurra 2 veces este año.
Los ingresos personales aumentaron 0,5% en abril (3,5% anual), el mayor alza de los 4 primeros meses de 2019, que sería 3% anual en el 2° trimestre. “El mundo ha cambiado”, dice Jay Powell, refiriéndose a la contraposición entre el momento actual y la etapa en que la Reserva Federal fijó hace 10 años (2009).
EE.UU. experimenta ahora una “economía altamente presionada”, con todos sus cilindros plenamente desplegados, que se ha sumergido en la nueva revolución industrial, sinónimo de bajo costo del capital y elevadas inversiones de largo plazo, ambas equivalentes por necesidad a reducidas tasas de interés. Lo decisivo en EE.UU. ahora es que los costos de producción de mayo han caído casi 4 puntos básicos con relación al último año (2,2%).
Este indicador es más importante que el nivel de inflación de los precios al consumidor para el posicionamiento global de EE.UU., porque revela el salto de productividad que experimenta la industria manufacturera como consecuencia de la nueva revolución industrial, en la que EE.UU. ejerce el liderazgo, como ya ocurrió en las dos anteriores.
Lo que fija el nivel de productividad de la economía norteamericana es lo que sucede con su industria manufacturera, que si bien se ha reducido a no más de 10% del PBI, es la que establece el marco de lo posible e imposible, al menos temporario, de intensificación del sector de punta de la revolución tecnológica.
Esta es la ventaja comparativa esencial que caracteriza al sistema productivo estadounidense dentro del mundo avanzado; y es una de las razones estructurales del hecho de que haya recuperado la primacía mundial en los últimos 2 años, perdida cuando se produjo la crisis financiera internacional de 2008.
Por eso se acelera el vuelco de capitales globales destinados a invertir en EE.UU. En la última semana han ingresado US$17.500 millones, el mayor nivel desde febrero de 2015 en ese período. Esto es coincidente con los que han salido del mundo emergente —entre ellos, la Argentina— para lanzarse sobre la economía norteamericana, y que superan US$10.000 millones en los últimos 7 días y US$155.000 millones en lo que va del año.
El arribo de capitales a EE.UU. tiene su origen ante todo en la Unión Europea (más de 50% del total), mientras que los países emergentes envían el 30% restante. Esta es la razón por la que todos ellos, prácticamente sin excepción, han tenido una baja del crecimiento económico este año. Y en el caso más extremo, el de la Argentina, han provocado una crisis cambiaria como la que experimentó en abril de 2018.
Es probable que los US$11 billones de inversiones que ha recibido EE.UU. en los últimos 24 meses, crezcan 1 o 2 puntos del producto en el 2° semestre del año. De ahí la caída vertical del nivel de rendimiento de los títulos del Tesoro a 10 años, que cayeron 5,4 puntos porcentuales en la última semana, hasta llegar a 2,0689% anual, el menor nivel en 20 meses.
Lo que obliga a redefinir el significado de la tasa de desocupación y la inflación en Estados Unidos —tarea que se ha impuesto hoy la Reserva Federal— para recuperar la relevancia perdida, es el fenomenal crecimiento de la economía norteamericana y su excepcional salto de productividad, sumergida — y a la cabeza— de la nueva revolución industrial.
Fuente: clarin.com