En el tercer trimestre, el desempleo bajó pero el número de desocupados se mantuvo casi idéntico, en un efecto que se explica por la pandemia. Desde el IPPYP apuntaron que la “recuperación” se basó en “el regreso de ocupaciones precarias e informales”.
En una primera lectura, las estadísticas muestran que en el tercer trimestre del año el desempleo cayó casi 1,5 puntos porcentuales desde el 13,1% de abril-junio al 11,7% de julio-septiembre. Sin embargo, el número de desocupados prácticamente no tuvo variación y se mantuvo ligeramente por encima de los dos millones.
Un dato significativo: aún sin plantear ninguna duda sobre las estadísticas oficiales, el desempleo “real” del segundo trimestre sería del 20,6%, una baja muy fuerte con respecto al desempleo “real” de casi el 30% del primer trimestre, pero al mismo tiempo un nivel históricamente altísimo.
Estas aparentes contradicciones resultan de los efectos que tuvo la pandemia de coronavirus no solo en el mercado laboral sino también en sus estadísticas: se considera desocupado a quien busca activamente empleo, pero lo que pasó durante la cuarentena es que muchos trabajadores, en particular informales y cuentapropistas, estuvieron sin empleo pero impedidos de buscarlo o a la expectativa de que se normalizara la situación y volvieran a sus trabajos y rebusques.
Entonces, en vez de aumentar la tasa de desocupación -subió apenas dos puntos en la comparación interanual pese a que se perdieron más de dos millones de puestos de trabajo-, hubo una brutal caída en la tasa de actividad, que mide qué proporción de la población en edad de trabajar tiene o busca un empleo y que en el tercer trimestre fue del 42,3%, una diferencia sustancial frente al 47,2% de hace un año (aunque, ciertamente, también una recuperación importante respecto al 38,4% del segundo trimestre, que fue el período en el que las restricciones a la circulación golpearon más duramente a la actividad).
Un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (Ipypp), que lidera el economista Claudio Lozano, apunta que “si se hace el ejercicio de mantener constante la tasa de actividad registrada en el primer trimestre de 2020” los datos de empleo difundidos el jueves por el Indec implicarían “una tasa de desocupación del 20,6%”. Ese mismo cálculo del Ipypp daba para el segundo trimestre un desempleo de casi el 30%.
“La población que quedó sin trabajo durante este último tiempo rebasa los límites de la desocupación y se encuentra hoy también en lo que estadísticamente se considera población inactiva”, apuntó Lozano.
En la situación pandémica, abunda el informe del Ipypp, la imposibilidad o la no búsqueda de empleo por la expectativa del restablecimiento de las condiciones normales, en especial en las changas, generaron “una frontera porosa entre la inactividad y la desocupación, vaciando de utilidad a la tasa de desocupación para leer la situación laboral”.
La changa como motor de la recuperación
“El empleo, en cambio, y su seguimiento trimestral permite una mejor aprehensión de lo sucedido”, remarca el instituto y resalta que, en este marco, “resulta relevante considerar no sólo si las personas volvieron a conseguir un empleo, sino también qué tipo de empleo obtuvieron, en términos de las condiciones laborales que suponen esas ocupaciones”.
El análisis del Ipypp tampoco es muy auspicioso en este punto: del segundo al tercer trimestre del año, el número de personas con trabajo se incrementó en poco más de 1,7 millones. Pero entre los cuentapropistas y los asalariados informales (es decir, empleo en negro), representan más que el 100% de esa recuperación, y esto pasa porque el número de asalariados formales (empleo en blanco en relación de dependencia, lo que se considera empleo de calidad) se redujo en casi 190.000 entre los dos trimestres.
“Así como advertimos que en el peor momento de la crisis las categorías ocupacionales que sufrieron el golpe más importante fueron las precarias, como el autoempleo (mayormente es de subsistencia) y los asalariados no registrados, ahora podemos observar que durante el período de recuperación también son éstas las que reflejan los índices de recomposición más importantes”, apunta el informe y puntualiza que “el trabajo registrado en algún subsistema de seguridad social (es decir, el empleo en blanco) verifica una caída del -2% entre febrero y septiembre de este año”.
Mientras, paralelamente al “desempleo encubierto” hay un aumento de los ocupados demandantes de empleo y los subocupados, lo que eleva la presión efectiva sobre el mercado laboral.
Lo que se dio, resume Lozano, “es una recomposición basada en el regreso de ocupaciones precarias e informales, pero que han visto profundizar aún más el carácter endeble de su inserción”. Y agrega: “Se restableció casi el 100% de inserciones de autoempleo, cerca de un tercio de los asalariados no registrados al tiempo que la subocupación y la demanda de empleo entre los ocupados aumenta significativamente. Es decir, las changas y el trabajo no registrado que reanudan actividad lo hacen con una menor carga horaria y, en consecuencia, a cambio de menores ingresos laborales”.
“Como nos enseña este trimestre -concluye el economista-, es el rebusque de la gente, la lucha por la subsistencia la que moviliza un mercado laboral fuertemente golpeado por la pandemia”.
Fuente: elcronista.com