Lo que primero llama la atención es el pobre resultado cuando se compara con las anteriores ediciones del incentivo exportador. En abril la recaudación total fue apenas un 9,2% superior a la de marzo, lo cual no es mucho decir, dado que se estima que la inflación del período se haya ubicado en torno del 8%.
Todo un contraste con lo ocurrido en septiembre, cuando como resultado del primer “dólar soja” se produjo un espectacular salto intermensual de 22,9%. En diciembre -segunda versión del incentivo a los productores agropecuarios-también se produjo una notable suba, en este caso de 18,1%.
Si en vez de tomarse la recaudación total se considera únicamente la variación del rubro de retenciones a la exportación, la diferencia se hace mucho más notoria: en septiembre del año pasado había entrado una suma 4,8 veces superior a la del mes anterior; en diciembre, lo recaudado fue 4,2 veces en comparación con la marca previa.
¿Y ahora? El aporte del “dólar agro” apenas multiplicó por 1,046 la de por sí magra recaudación de marzo. La elocuencia de las cifras sintetiza la doble urgencia del ministro Sergio Massa por incrementar el ingreso de divisas y por mejorar la recaudación fiscal.
Y ayuda también a entender por qué el ministro no dudó en tomar medidas para mantener bajo control al “dólar MEP” y al “contado con liqui”: cuanto mayor sea la brecha respecto del tipo de cambio oficial, menor será el incentivo para que los productores sojeros vendan la soja que atesoran en silobolsas.
Esto ocurre porque lo que, en definitiva, marca si al productor le conviene vender o no es cuántos dólares le quedan en el bolsillo después de descontar las retenciones, liquidar los dólares al Banco Central a $300 y convertir nuevamente esos pesos en dólares en el mercado del dólar MEP.
La culpa de la brecha
Cuando arrancó el nuevo programa de incentivo exportador, al productor argentino le quedaban u$s281 por cada tonelada de soja exportada, lo que equivalía a la mitad del precio del mercado internacional; pero cuando se produjo la corrida del dólar paralelo, ese ingreso se había reducido a u$s247, lo cual prácticamente elimina el estímulo para vender.
Ahora, con la combinación de un dólar paralelo en baja y de un dólar oficial que acelera, la brecha cambiaria disminuyó hasta un nivel de 108%. Es decir, a medio camino entre el nivel previo a la corrida y el que se registró el 25 de abril, en su momento de mayor intensidad.
Esto es lo que motivó los rumores del mercado sobre una posible corrección del “dólar agro” que lo llevaría al entorno de $350, algo que ha sido negado por los funcionarios del área.
Lo cierto es que, con apenas u$s1.600 millones ingresados en abril por el nuevo régimen de incentivo exportador, se justifica el escepticismo con el que los economistas analizan la situación de reservas del Banco Central. La versión aceptada por el mercado es que lo que finalmente se liquide por exportaciones agrícolas estará en la mitad del volumen total de u$s9.000 millones planeado por Massa.
Y esa situación implica que el ministro tiene, también, un incentivo poderoso para pedirle al Banco Central que siga pisando el acelerador del crawling peg: necesita que los productores agropecuarios vean otra vez un precio lo suficientemente atractivo para vender.
Cae la recaudación en dólares
Pero si hay una forma elocuente de ver el deterioro de la situación tributaria, es la comparación de las recaudaciones medidas en dólares. En abril, cuando se lo convierte al tipo de cambio oficial, la caja de la AFIP ingresó el equivalente a u$s11.450 millones.
Es casi igual a la que se había registrado hace un año -cuando se sentía en toda su plenitud el impacto de la guerra sobre el aumento de las materias primas agrícolas-, aunque para este cálculo la recaudación de este año tiene una “ayuda” en la política cambiaria: de un año a esta parte el dólar oficial sólo se movió un 93% mientras la inflación fue de 106%.
De no ser por ese desfasaje, la recaudación de abril 2023, medida en dólares, sería menor a la de hace un año.
La cifra de abril está u$s1.560 millones por debajo de la registrada en diciembre pasado y u$s2.980 debajo de la recaudada en septiembre, los dos momentos picos de la recaudación por efecto de las primeras versiones del “dólar soja”. Es cierto que esa comparación debe tomarse con precaución, porque en abril sólo hubo dos semanas de incentivo exportador, pero aun así marca las dificultades del nuevo régimen.
La pulseada por la meta del déficit fiscal
Esa caída pone una nota de alarma, porque implica que las exportaciones argentinas -y su aporte tributario- tienen menos potencial para financiar el gasto público, justo en un año en el cual el Gobierno se comprometió a reducir el rojo fiscal desde el 2,5% del PBI del año pasado a un nuevo nivel de 1,9%.
Es un recorte que muchos economistas juzgan incumplible, dado que se prevé una caída de 3% en la actividad económica de este año -lo cual posiblemente tenga un correlato de caída real en la recaudación de impuestos-, y que además hay poco margen de recorte del gasto, dado el contexto político campaña electoral.
De hecho, la creencia de los economistas más escépticos es que el déficit fiscal de este año terminará siendo mayor que el año pasado, en el entorno de 3% del PBI, lo que implicaría otro incumplimiento de las metas acordadas con el FMI.
Hasta ahora, Massa ha dado señales de querer ratificar el objetivo fiscal, sabiendo que el compromiso con la austeridad es uno de los temas más importantes para el staff técnico del Fondo.
Pero claro, eso requiere que con menos exportaciones que el año pasado se pueda aumentar la recaudación en términos reales, todo un desafío para el equipo de Massa. Las proyecciones de los economistas en la encuesta REM del Banco Central indican que este año habrá ventas al exterior por u$s74.000 millones, lo que implica un desplome de 16% respecto de la cifra del año pasado y un registro lejanísimo de los más de u$s90.000 millones que Massa había previsto en el presupuesto.
En situaciones así es cuando se generan las condiciones para una devaluación, dado que únicamente con un tipo de cambio más alto es posible que un volumen más pequeño de exportaciones haga un aporte tributario mayor. Y es con ese tema en mente que el FMI redobló su presión para que Argentina corrija su problema de retraso cambiario.
La recaudación aún no acusa el freno en la economía
No obstante las malas noticias que llegan desde el frente de la exportación agrícola, lo cierto es que la recaudación de impuestos no tuvo tan mal desempeño: cuando se hace el cálculo “des-sojizado”, el ingreso tributario ya no registra una caída real de 8% sino que permanece sin cambios respecto de hace un año atrás.
Lo que compensó el mal desempeño de los impuestos vinculados a la exportación es la mejora en otros tributos vinculados a la actividad comercial e industrial del mercado doméstico.
Es particularmente llamativo el caso del IVA que recauda la DGI -es decir, sin incluir el que recauda la Aduana-, que tuvo una variación de 130%, lo que equivale a una mejora real de 11% respecto de abril 2022.
La AFIP destacó que esa mejora muestra la incidencia positiva de medidas recientes, como la mejora en el plan de cumplimiento del IVA, el programa de monitoreo fiscal y los cambios introducidos en los regímenes de facilidades para grandes empresas.
También se registra una variación real positiva en la recaudación ligada a las cargas laborales, un síntoma de que la tasa de empleo continúa evolucionando, pese al entorno complicado. Si se suman los aportes personales y las contribuciones patronales, el ingreso del sistema de seguridad social tuvo una mejora interanual real de 2%.
Aun así, las cifras muestran cómo esa mejora se está atenuando mes a mes, en la medida en que la economía va acusando el inexorable enfriamiento, producto del desplome importador -que acota el ritmo productivo de la industria- y de la erosión impositiva sobre los salarios, que afecta la actividad comercial.
Fuente: iprofesional