La comparación mostró un fuerte salto porque se comparó con el período abril-junio de 2021, cuando hubo restricciones a la movilidad. La actividad muestra ya signos claros de amesetamiento
La economía siguió en expansión en el segundo trimestre y el consumo fue clave para sostener la mejora. El 2021 había finalizado con un repunte de 10,4% y dejó atrás la caída que produjo el Covid-19 por lo que el envió continuó en la primera parte del año. Sin embargo, los indicios son claros en relación a una desaceleración fuerte en este tercer trimestre, que estaría marcando el estancamiento de la
El INDEC difundió ayer los datos oficiales del PBI del segundo trimestre. La mejora respecto al mismo período del año anterior fue de 6,9% y subió 1% en relación al primer trimestre, incluso por encima de los pronósticos previos.
Dentro de ese comportamiento fue clave la evolución del consumo, que mostró una expansión de 10,7% en relación al año anterior, a pesar del fuerte aumento de la inflación. Sin embargo, detrás de este fenómeno hay otra explicación: se compara contra el período abril-junio de 2021, que estuvo marcado por nuevas restricciones a la movilidad a causa de un rebrote de casos de Covid-19. Por eso, el impulso se vio acrecentado por aquella comparación. Especialmente en algunos sectores que ahora están funcionando de manera plena, como la gastronomía, el turismo y la hotelería. Pero la demanda interna también se expandió 1,8% respecto a los tres primeros meses del año.
De acuerdo a la consultora ACM, la economía terminará con una expansión del 3,5% este año, por lo que luego de la mejora del primer semestre seguiría una marcada desaceleración en lo que resta del año. El Gobierno estimó que el año próximo el PBI podría crecer 2%, pero las estimaciones privadas hablan de sólo 0,5%.
Todo indicaría, por lo tanto, a que este importante repunte de la actividad tras el bajón generado por el COVID-19 estaría llegando a un techo. Muchos indicios son claros en relación al amesetamiento que ya está mostrando la actividad en la mayoría de los rubros.
Incluso los últimos datos privados de consumo a nivel supermercados muestra un agotamiento en el crecimiento de las ventas ante la caída del poder adquisitivo.
Existen una serie de razones que marcan una importante desaceleración en el nivel de actividad en este segundo semestre del año. Entre ellas se cuentan las siguientes:
La inflación se aceleró dramáticamente. En julio tocó un pico de 7,4%, el mayor de los últimos 30 años, mientras que en agosto se mantuvo muy alta, en 7%. Las estimaciones marcan un piso alto de 6% para septiembre. Con semejante nivel de aumento de precios, quedaron rezagados los salarios, las jubilaciones y los ingresos de quienes cobran planes sociales. Resulta, por lo tanto, imposible de sostener el consumo en los niveles previos.
La fuerte presión cambiaria también afectó el nivel de actividad: julio arrancó con la intempestiva salida de Martín Guzmán y un importante salto del dólar, que llegó a los $ 340. Al mismo tiempo, también crecieron las restricciones a las importaciones, ante la fuerte caída de reservas que sufrió el Banco Central. Por lo tanto, no sólo afectó a la demanda sino también a la oferta de las empresas, que en muchos rubros se vieron imposibilitadas de mantener el nivel de producción de los meses previos. Hubo muchas paradas técnicas ante las dificultades para acceder a insumos importados. Esos problemas subsisten hasta ahora, a pesar del ingreso de divisas derivado del “dólar soja”.
El plan que Sergio Massa viene llevando adelante desde el ministerio de Economía por ahora está concentrado en evitar un desborde cambiario y una aceleración inflacionaria, que de todas formas apunta a llegar al 100% este año.
Para el año que viene está previsto un fuerte aumento de recursos para planes sociales pensando en las necesidades electorales. Pero si bien podría alcanzar para que los sectores de menores recursos no sigan perdiendo contra la inflación, difícilmente ayudará al rebote de los niveles de actividad.
Fuente: infobae