NACIONALES – Una de cada cuatro personas mayores vive en hogares con pobreza estructural

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Un nuevo reporte del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, presentó una imagen muy preocupante de la situación social y económica de las personas de más de 60 años de edad que viven en el país, comenzando por el hecho de que una de cada cuatro vive en hogares con pobreza estructural. El estudio repasa otros graves problemas que golpean a las personas mayores, algunos de ellos de fuerte crecimiento durante la pandemia de coronavirus, desde la sensación de inseguridad a la calidad del sueño.

Un estudio presentado este mes por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (ODSA-UCA) junto con la Fundación Navarro Viola mostró que una de cada cuatro personas mayores vive en hogares con pobreza estructural y que es precisamente la insuficiencia de ingresos una de las variables que más afecta a las personas de más de 60 años de edad.

El informe describe la situación de los adultos mayores de 60 años según condiciones sociales, económicas, de vivienda, del estado y atención de salud y del bienestar subjetivo experimentado durante los años 2017 a 2021. Los datos ponen en evidencia las capacidades y recursos desiguales, así como aquellas falencias que los adultos mayores han manifestado al atravesar el aislamiento y distanciamiento promovidos por la pandemia de COVID-19.

Los resultados fueron presentados en cinco secciones: Subsistencia de los hogares con personas mayores, Hábitat y vivienda, Estado, atención y necesidades de salud, Bienestar subjetivo y, finalmente, Inseguridad ciudadana.

Este es un resumen de algunas de las conclusiones del estudio: 

– Pobreza: La insuficiencia de ingresos es una de las variables que más afecta a las personas mayores. Aunque hay una tendencia creciente a seguir formando parte de los mercados laborales, la gran mayoría obtiene sus ingresos del sistema previsional, que en Argentina es prácticamente universal y para todos. Sus otras fuentes de ingresos son los ahorros propios y la ayuda de terceros.

Hay acuerdo entre los especialistas que las mediciones de la pobreza por ingresos no son aplicables a las personas mayores por la ausencia de una canasta básica de necesidades para esta población. Por ello, se aplica el método multidimensional que expresa cuántas carencias básicas se tienen. En personas mayores, el 26% tiene pobreza estructural (dos o más carencias).

Los datos ponen en evidencia los recursos desiguales y las falencias de las personas mayores

Se encuentran en una mejor situación relativa las personas de más de 75 años, las personas mayores que han finalizado sus estudios secundarios, quienes viven solos o con otras personas también mayores, y quienes viven en CABA.

– Insuficiencia de ingresos: Se refiere a los ingresos del hogar y no de las personas mayores individualmente: “no les alcanza para llegar a fin de mes”. Es un proxi de “pobreza subjetiva”. Los que mejor están representan un 20% que “les alcanza y pueden ahorrar algo”. En los hogares con personas mayores, el 40% declara ingresos insuficientes.

– Ayuda de terceros: Incluye la ayuda estatal y no estatal. En los hogares con personas mayores, el 27% recibe ayudas, mucho menos que en los hogares sin personas mayores.

– Hábitat y vivienda: El 12% de las personas mayores no accede a una vivienda digna. Esto se encuentra totalmente asociado al nivel educativo y al nivel socioeconómico. Tener el secundario completo es un “seguro” y se encuentran en mejor situación las personas mayores de 75 años y las personas que no conviven con menores de 60. En cuanto al déficit de acceso a servicios básicos, en personas mayores es del 23%.

– Estado, atención y necesidades en salud: En lo relacionado a estado de salud autopercibido, existe mucha heterogeneidad: una de cada tres personas mayores menciona no tener ningún problema de salud y una de cada cuatro menciona tener su salud comprometida. El déficit es mayor que entre las personas más jóvenes. Es algo específico de las personas mayores, pero no todas las personas mayores tienen su salud comprometida. En cuanto al déficit de consulta médica, es necesaria al menos una consulta médica anual, pero el 19% de las personas mayores no la realizan. Las personas mayores consultan más que los sub 60.

El 73% de las personas mayores no hace alguna actividad física al menos una vez a la semana. También entre los sub 60 el déficit es alto, pero menos pronunciado que entre las personas mayores. Casi 5 millones de personas mayores deberían incorporar ejercicios físicos en su rutina semanal. En CABA el déficit es menor, al menos la mitad hace prácticas.

– Malestar psicológico: El malestar psicológico se mide por los frecuentes síntomas de ansiedad y depresión. Afecta al 21% de las personas mayores, igual que en los sub 60.

– Bienestar subjetivo: En el déficit de proyectos personales se mide la capacidad para pensar proyectos más allá del día a día, la capacidad de proyectarse. Este déficit es propio de las personas mayores: le ocurre al 22%. Mucho más que a los menores de 60 años.

El envejecimiento es una construcción social. Y los términos con los que se lo denomina son muy variables

La sensación de insatisfacción y tristeza afecta al 15% de las personas mayores (alrededor de un millón). Es algo mayor que entre los sub 60 pero solo un poco. No es específico de las personas mayores.

Sentirse solo no es lo mismo que estar solo. Es un sentimiento. Aún rodeado de otros que le den afecto, la persona se siente sola. Afecta al 18% de las personas mayores. También es alto entre los sub 60. Con la edad, aumenta un poco.

– Inseguridad ciudadana: La incidencia de la percepción de ser víctima de un delito entre las personas mayores es muy alta: dos de cada tres creen que es muy o bastante probable que les ocurra. No es una especificidad de las personas mayores: en igual proporción le pasa a los sub 60.

El problema de la inseguridad afecta al bienestar psicológico y social, específicamente sobre el malestar psicológico y la percepción de soledad.

Los problemas de salud y la calidad del sueño

Titulado “Condiciones de vida de las personas mayores (2017-2021). Vulnerabilidades en clave de pandemia por COVID-19” y presentado por el Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, el informe incluye tres informes de investigación. El primero, “Las trayectorias y desigualdades en la salud integral de las personas mayores desde una perspectiva anterior y durante la pandemia por COVID-19”, indica que dos de cada diez personas mayores empeoraron su salud en 2020, respecto al momento previo al COVID-19, (mayormente en varones, en estratos medios profesionales, de CABA y en hogares multipersonales).

Las personas mayores que tuvieron problemas de salud en 2019-2020 y 2020-2021, presentan mayor vulnerabilidad social y económica. En 2020-2021, el estado de salud de los mayores mejora (22%) en comparación al período anterior (15%), en especial en los no pobres, en CABA, mujeres y en estrato bajo marginal. Alrededor de 6 de cada 10 mayores que viven solos, tienen problemas de salud, comparado con quienes viven con otros.

Entre los principales hallazgos del segundo informe de investigación “La calidad de sueño y sus alteraciones asociadas al malestar psicológico en las personas mayores: características desiguales en contexto de epidemia por COVID-19”, se encontró que no se observan diferencias en la calidad de sueño de las personas mayores desde el 2017 al 2021, dos de cada 10 dicen tener baja o mala calidad de sueño, guarismo más elevado que en los sub-60.

Si bien no se observan cambios significativos en la calidad de sueño por la pandemia, en 2020 el 40% modificó su rutina de sueño: el 16% durmió más que antes y el 20% mencionó dormir menos que antes. Los adultos mayores de 60 años que vivían solos en el año 2020 aumentaron considerablemente su baja calidad de sueño.

Los mayores que pertenecen a un estrato socio-ocupacional bajo integrado o bajo marginal poseen una peor calidad de sueño respecto a los estratos medios. Además, quienes no tienen el secundario completo, tienen mayores déficits en su calidad de sueño.

Quienes tuvieron malestar psicológico, durmieron menos que antes de la pandemia, en comparación con quienes no manifestaron tener sintomatología ansiosa y depresiva. La tendencia se acentúa a mayor vulnerabilidad social, económica, laboral y educativa y en quienes viven solos.

La tercera nota de investigación, “Las diversidades en las capacidades sociales de agencia de las personas mayores en clave de pandemia”, observó un marcado descenso en el déficit del apoyo estructural, es decir no contar con una red de sostén desde el año 2019 (24,4%) al 2021 (11,2%). La funcionalidad del soporte tuvo variaciones diferentes en clave de pandemia por COVID-19: el apoyo social afectivo se incrementa en 4 p.p., mientras que decrece en 8 p.p. la percepción de carecer de alguien cuando necesitan ayuda en tareas cotidianas y domésticas. La investigación presenta datos sobre apoyo social informacional, instrumental, afectivo y estructural.

Conocer mejor estos problemas: una oportunidad 

La instancia de envejecimiento de la población argentina representa una ventana de oportunidad favorable para detectar y orientar recursos que promuevan a la construcción de una agenda enfocada en las diferencias sociales, económicas e individuales de los mayores al idear intervenciones y políticas públicas que mitiguen estas deudas.

El envejecimiento es una construcción social. El término con el que se designa a estas personas también es muy variable. En abril de 1994 la Organización Panamericana de la Salud decidió emplear el término “adulto mayor”, comprendiendo a las personas de 65 años o más. El término “tercera edad” se comenzó a utilizar en Francia hacia 1950, abarcando a las personas de cualquier edad, jubiladas y pensionadas, de baja productividad y bajo consumo, con poca o nula actividad laboral, pero finalmente se limitó a jubilados y pensionados mayores de 60 años. La “cuarta edad” se refiere a las personas de más de 80 años, con pérdida de su autonomía individual, física y psicológica.

“Entre los problemas que afectan/afligen al adulto mayor se encuentra la cultura del descarte, donde el hiperconsumismo y el egoísmo humano acentuado en estos años encontró al adulto mayor como un ‘obstáculo’”, apunta el rector de la UCA, Miguel Ángel Schiavone, en la introducción del texto.

“En estos días -añade-, la pandemia del COVID-19 distanció aún más al adulto mayor de la familia. El abrazo, el beso, inclusive en los últimos días de vida, no fue posible. Los ancianos murieron en soledad, aislados de sus familias, de sus afectos. Nunca se olvida ese abrazo del abuelo o de la abuela”.