Se acabó la era del dinero fácil y barato en todo el mundo. Para salir rápido de la pandemia se emitió mucho con tasas muy bajas. Hoy, el riesgo de la inflación obliga a bajar el ritmo del crecimiento.
El mundo sufrió un shock exógeno en 2020, lo que creó una recesión mundial, pero salió rápidamente del paso mediante la respuesta agresiva y temprana de los gobiernos. Los países centrales lideraron dicho movimiento expansivo tanto en lo fiscal como en lo económico, lo que permitió una salida en “V”. Pero las secuelas quedaron: elevados déficits fiscales, una montaña de deuda, devaluación de monedas contra el fortalecimiento del dólar, expansión monetaria y tasas cero que fogonearon una inflación no vista hacía 22 años, que recién el año pasado pasó a convertirse en el mayor problema. Las interrupciones en la cadena de producción en todo el mundo y las medidas proteccionistas tomadas por los distintos gobiernos agregaron más leña al fuego.
Por eso los bancos centrales comenzaron este año con políticas agresivas de suba de tasas de interés para intentar mitigar el impacto de la inflación (tarde, pero seguro), provocando una desaceleracion del crecimiento. La Reserva Federal de los EE.UU. fue removiendo parte de los incentivos a su economía, aplicando este año las primeras subas en la tasa de referencia que debería continuar hasta mediados del 2023 en un ciclo de subas muy agresivas. Otros importantes bancos centrales acompañan la tendencia, pero un paso atrás.
Se terminó la era del dinero abundante e infinito, y las consecuencias tampoco son gratis. El ajuste agresivo de la política monetaria por parte de los bancos centrales de países desarrollados está generando otro dolor de cabeza generalizado, con el que el mundo tendrá que lidiar el año que viene. La suba de tasas incrementa el costo para las empresas y torna los préstamos para el consumo más caros, disminuyendo el consumo. Lo mismo aplica a viviendas, leasing de autos, saldos de tarjeta de credito, etc.
La política agresiva de la Reserva Federal derivó en un súper dólar que, a su vez, afecta el crecimiento mundial.
Este año la economía mundial desaceleró mucho en el segundo semestre y se prepara para un primer semestre de 2023 recesivo en países centrales. Lo anticipan los indicadores adelantados del ciclo (ISM) así como las distintas series de encuestas a empresarios, constructores y consumidores, con la confianza por el piso.
Observando las proyecciones del FMI de octubre, se observa una caída del crecimiento mundial al 2,7%, con una cifra paupérrima para las economías avanzadas de apenas 1,1%. Las economías más grandes del mundo, Estados Unidos, la Eurozona (donde la crisis energética provocada por la guerra de Ucrania seguirá cobrándose un alto precio) y Reino Unido seguirán estancadas y sufrirán una recesión. Brasil sufrirá. China acelerará, pero no serán “tasas chinas” por un sector inmobiliario debilitado y las continuas restricciones por el Covid.
Pero las últimas estimaciones de la Reserva Federal, difundidas esta semana, marcan un escenario de crecimiento aún más pobre, con 0,5% de crecimiento tanto en 2022 como en 2023, el equivalente a una recesión. El desempleo escalaría del 3,7% actual al 4,6% y se estabilizaría al menos dos años en esos valores.
Si bien la tasa de inflación dio una muestra de desaceleración mayor a la estimada por segundo mes consecutivo, la expectativa de suba de tasas de interés no afloja: ya son mayoría los gobernadores de la Fed que ven la tasa de inflación por encima del 5% el año que viene, y la mediana de tasa de interés del 5,1%. La historia de las tasas de interés no terminó aún, y eso que Europa corre detrás en cuanto al nivel de tasas, con una inflación muy superior.
También miremos lo que pasa en China: cayó mucho la demanda interna de la segunda economía mundial y la inflación retrocedió sanamente al 1,6% interanual, pero la misma retomará su curso alcista cuando el consumo se despierte en 2023, que debería ser un mejor año que el que está terminando.
Se suma también el hecho de que el petróleo se encuentra en los valores más bajos en un año, que también podrían dar un rebote que impacte nuevamente sobre los índices inflacionarios, de ahí la cautela de la Fed y su negativa a desviarse del plan original.
El año 2023 viene mal barajado desde lo económico para las economías de países centrales, pero sabemos que los mercados financieros descuentan con anticipación lo que ocurre en la economía: ¿habremos visto lo peor en materia de caída de los mercados? La pregunta sigue abierta. A no adelantarse, que la volatilidad está a la orden del día.
Fuente: clarin.com