La mayoría de los analistas coincide en que la economía argentina experimentó en el 2020 un importante proceso recesivo, con una caída interanual que estimamos entre el 10% y el 12%. Se trató de un escenario inédito y muy duro para la mayor parte del sistema productivo, ya que la pandemia cayó sobre una economía que ya acumulaba dos años previos de fuerte recesión.
Nuestra opinión es que cabe esperar un rebote en 2021, en torno al 5%. Aquí hay que aclarar que no se trata de crecimiento económico sino sólo de una reactivación parcial.
Para que la economía argentina recupere los niveles de producción que tenía a fines del 2017, cuando comenzó el proceso recesivo, van a pasar entre 2 y 3 años. No obstante, se verificarán fuertes diferencias sectoriales y regionales. Las cadenas de valor de agroalimentos vinculadas a exportación tienen un horizonte positivo, por encima de aquellos sectores que destinan su producción al mercado interno, que tendrán una recuperación muy discreta. Esto es así debido a que millones de personas que perdieron poder adquisitivo durante los últimos tres años, no tendrán mayores chances de recuperar su anterior posición durante el 2021.
De lo expuesto se deduce que no hay ninguna fiesta en el horizonte. La economía argentina suma ya tres años de fuerte recesión y no puede esperarse, en este contexto, una recuperación muy importante en el nivel de actividad económica. Esta situación plantea una fuerte advertencia para algunos sectores empresarios, sobre todo para aquellos que están vinculados al mercado interno, ya que el consumo seguirá mostrando señales débiles durante el próximo año.
La mayor parte de las consultoras privadas ubica la inflación del 2020 entre el 35 % y el 37%. De cara al próximo año, y tal como puede observarse en el cuadro, los pronósticos privados se inclinan por un rango entre el 40% y el 60%. Coincidimos con esta visión, aunque la vemos más cerca del techo que del piso de esta banda.
Una inflación alta para el 2021 está desgraciadamente garantizada. Sin embargo, no visualizamos un escenario de hiperinflación, de un descontrol absoluto en los precios. Ahora bien: ¿Qué se entiende por una hiperinflación? En el año 1989, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, la inflación llegó a ubicarse, en forma anualizada en una cifra cercana el 3.000%. No es lo que vemos en el horizonte, pese a todas las dificultades existentes.
Cotización del dólar
La Argentina ya no tiene margen para volver a atrasar el tipo de cambio. La mayor parte de los analistas considera que el Banco Central (BCRA) realizará ajustes periódicos en la cotización para que la misma siga, al menos, en línea con el comportamiento de los precios internos. Con una inflación en torno al 50% el año próximo, nos parece bastante razonable suponer que el dólar oficial en diciembre del 2021 podría ubicarse en un rango entre los 130 y los 140 pesos.
Nuestra visión es que el cepo se mantendrá durante todo el año próximo (hay muy poco margen para otra cosa), con lo cual persistirán las restricciones para hacerse de divisas de parte de empresas y particulares y también diversas trabas sobre productos importados.
El llamado dólar blue seguirá mostrando, en ese contexto, una brecha muy importante con respecto a la cotización del mercado formal.
Ahora bien: ¿Puede haber en algún momento de los próximos meses un golpe de mercado, que eleve la cotización del dólar en el mercado formal? Es poco probable, al menos, durante la primera mitad del año. Esto es así debido a que el mercado prácticamente ya no existe.
El cepo expresa en los hechos un sistema de control de cambios, marco en el cual el mercado pierde relevancia a la hora de definir el valor del dólar.
Cuentas fiscales
En 2020, pandemia mediante, la Argentina tuvo el mayor déficit fiscal en lo que va del presente siglo, marco en el cual el Banco Central asistió con una fuerte emisión de dinero al Tesoro para hacer frente al aumento en el gasto público planteado en el marco de la cuarentena.
El ministro Martín Guzmán proyectó una recuperación parcial de las cuentas fiscales para el próximo año que seguirían mostrando un déficit importante en el 2021, entre el 3% y el 4% del PBI, aunque en niveles algo más razonables. Esto ocurriría por un menor ritmo en la expansión del gasto, y una recuperación progresiva en la recaudación impositiva. Sin embargo, nuestra visión es que las demandas políticas y sociales para expandir el gasto público, sobre todo de carácter social, serán bastante superiores a las que están previstas en el presupuesto nacional, por lo cual consideramos que a fines del 2021 el déficit fiscal podría ubicarse entre el 3% y el 4% del PBI. En ese contexto, consideramos que la emisión monetaria será ciertamente mayor a la prevista.
Por otra parte, debería estar claro que, sea cual sea el proceso de negociación de la deuda pública con el FMI en los primeros meses del 2021, no cabe esperar medidas tendientes a reducir sustancialmente la actual presión impositiva, si bien por otra parte, tampoco percibimos acciones para aumentar la carga impositiva por encima del paquete de medidas ya anunciadas a fines del presente año. El gobierno anunció el envío al Congreso de una reforma impositiva en los primeros meses del año próximo, sobre la cual consideramos que no cabe tener mayores expectativas.
Salarios, empleo y consumo
Resulta difícil pronosticar si las negociaciones paritarias del año próximo se ubicarán, en promedio, por encima de la tasa de inflación, tal como reclaman algunas entidades gremiales. Consideramos poco probable que eso ocurra a nivel general, ya que la inflación prevista para el 2021 seguirá siendo muy elevada, con lo cual tenderá a licuar la mayor parte de los aumentos salariales que pudieran conseguirse.
A partir de lo anterior, tiene que quedar en claro que la pérdida de poder adquisitivo de parte de vastos segmentos de la población, que fue muy fuerte a lo largo del 2018, el 2019 y el 2020, difícilmente pueda revertirse a lo largo de este año que comienza, de manera sustancial. Una distribución del ingreso de carácter más regresivo, como la que quedó de la gestión del gobierno anterior, tenderá a consolidarse lo cual expresa toda una señal en términos de negocios, y no sólo para el 2021, sino para el 2022 también.
En realidad, todo indica que el 2021 se caracterizará por lo que suele denominarse un escenario de fuerte “puja distributiva”, tanto entre capital y trabajo, como entre los distintos eslabones de las cadenas de valor, ya que algunos segmentos de negocios resignaron rentabilidad en el marco de la crisis e intentarán, con suerte diversa, recuperar el terreno perdido. Esto generará diversas tensiones y, de hecho, contribuirá a alimentar las presiones inflacionarias a lo largo del próximo año.
Tasas de interés
El sistema financiero argentino mostró a lo largo del 2020, tasas de interés en pesos negativas, tanto a nivel de las tasas activas como pasivas. Nuestra visión es que este esquema persistirá a lo largo del 2021, ya que forma parte de la estrategia del gobierno y del Banco Central a los efectos de intentar reactivar la economía, tanto a nivel del consumo como desde el estímulo al proceso de inversión productiva.
Adicionalmente a lo anterior, también es altamente probable que veamos desde el 2021 algunas líneas de crédito a tasas abiertamente subsidiadas, para alentar proyectos de inversión que estimulen las exportaciones con valor agregado, a partir de la necesidad de generar divisas que tiene el país en el marco de los compromisos de pago de la deuda. Consideramos que aquí se presentarán oportunidades que conviene analizar, sobre todo desde las cadenas de valor agroalimentarias.
Frente a una rentabilidad que promete ser negativa en el sistema financiero, los ahorristas deberán seguir buscando canales alternativos para proteger sus ahorros, lo cual estimulará nuevamente el mercado inmobiliario (sobre todo urbano), pero dónde especialmente recomendamos algunas estrategias a nivel del mercado de capitales, como son los bonos AL30 y AL35, y los bonos que ajustan por dólar linked, que se ofrecen a través de licitaciones periódicas desde hace dos meses.
Fuente: lacapital.com